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Viaje a Argentina de docentes emprendedores que guían cooperativas escolares en centros educativos andaluces pertenecientes a ACES

Emprender es una actitud de vida que consiste en implementar acciones, asumir riesgos, construir y mantener redes, para que los sueños se hagan realidad. Esta actitud no es innata, se puede desarrollar y apoyar a través de una estrategia práctica-educativa como son las cooperativas escolares. Favorecer y estimular estos comportamientos y habilidades fortalece a la sociedad y la ayuda a la resolución de problemas (Eduardo H. Pontela)

Visita a la cooperativa El Colibrí
Visita a la cooperativa El Colibrí

Gracias a la invitación de la Fundación SANCOR Seguros, entidad cooperativa argentina y al convenio establecido por ésta y la EAES (Escuela Andaluza de Economía Social), una representación de cinco profesores que coordinan y guían cooperativas escolares en centros educativos de nuestra comunidad, han tenido la oportunidad de visitar más de veinte centros educativos argentinos con un fuerte arraigo en cooperativismo escolar y juvenil. Esta delegación andaluza, coordinada por Rafael Moreno Hernández, Director de ACES, se completaba con representantes de organizaciones implicadas en el Fomento de la Cultura Emprendedora como CEPES, Andalucía Emprende Fundación Pública Andaluza y la propia EAES. ACES viene colaborando con Andalucía Emprende desde hace cinco años en la gestión de los programas “Emprender en Mi escuela” e ÍCARO, habiéndose creado más de ciento veinte cooperativas escolares en las que participan unos ciento cincuenta profesores y casi dos mil quinientos alumnos y alumnas de centros cooperativos, a los que se van sumando centros de titularidad pública.

El programa de este viaje de diez días de duración por las provincias de Córdoba y Santa Fe ha sido muy intenso y proporcionalmente enriquecedor. Sunchales, ganadera y agrícola y situada en la inmensa pampa argentina, cuenta con veintidós mil habitantes y en 2004 fue nombrada por el gobierno argentino “Capital Nacional del Cooperativismo”. Su índice de desempleo es prácticamente inexistente, la vida discurre tranquila entre sus calles tomadas por las bicicletas de grandes y chicos, no hay atisbos de crisis económica o inseguridad, y sí de sentido comunitario, implicación ciudadana y solidaridad vecinal.

¿Dónde está el secreto de esta pequeña isla?

En Sunchales los servicios públicos son gestionados mayoritariamente por cooperativas: agua, saneamientos, seguros, mutuas y prevención, cajas de ahorros... También la central de productos lácteos y Sancor Seguros, que acaba de inaugurar su sede central allí mismo para albergar a cuatrocientos cincuenta trabajadores. Con estos datos la probabilidad de que un joven sunchalés, al llegar a la edad laboral, forme parte de una cooperativa, es bien alta. Y así también se entiende el interés generalizado desde la municipalidad, el mundo empresarial y la sociedad por preparar a los escolares, futuros cooperativistas, desde la enseñanza inicial en los valores cooperativos. Son conscientes que sin ellos no hay relevo generacional ni un futuro próspero garantizado, así que es la empresa real quien promueve y suministra los recursos necesarios, empezando por la formación y asesoramiento a docentes y estudiantes, para que la cooperativa pueda llegar a constituirse y después mantenerse en el tiempo. Para completar este círculo mágico, la legislación argentina y, en concreto, las leyes de educación promueven expresamente las cooperativas escolares, que incluso son registradas legalmente.

Cuando se visitan estas cooperativas lo que más sorprende a primera vista es la visibilidad de la cooperativa escolar en la vida de los centros. En el zaguán de entrada ya se observa la presencia de los símbolos cooperativos: la bandera blanca con el arco iris del que nacen palomas blancas, la réplica del monumento al cooperativismo con que Sunchales recibe a la entrada del pueblo a sus visitantes, los principios del cooperativismo: equidad, democracia, igualdad, autonomía, solidaridad, interés por la comunidad, cooperación y voluntariedad, recogidos sobre murales de pasillos, clases, salón de actos...

También llama la atención el firme convencimiento de lo que están haciendo y la entrega de las maestras. Y digo bien, maestras, porque el profesorado masculino es prácticamente inexistente: son ellas quienes guían a cada cooperativa escolar arrancando horas, de dónde no se sabe, para integrar las cooperativas en su extenso quehacer diario.

En casi todas las escuelas los comienzos fueron parecidos: una maestra de esas entusiastas y bravas que siempre suelen existir, casi como un milagro, en los centros educativos de cualquier parte del mundo, se atreve a iniciar el proceso de constitución de la cooperativa. Poco a poco, y gracias a su tesón, otras compañeras se van contagiando al ver los resultados y la ilusión de los pequeños y, así se van sumando a este proyecto que enriquece y cohesiona tanto el proyecto educativo. Como rasgo diferenciador, el modelo de cooperativa escolar argentino es de una sola cooperativa por escuela o instituto. Todos los alumnos desde los seis años pueden ser socios y votan, pero son los estudiantes de los cursos superiores quienes ejercen la representatividad y la gestión.

Pero lo más sobresaliente, y lo que nos gustaría aplicar con más calado en nuestro modelo de cooperativas escolares, es el concepto tan hondo que tienen los estudiantes-socios de que la cooperativa escolar existe como servicio a la comunidad. En unas ocasiones su objetivo se realiza a través de una emisora de radio que emite y reúne en la misma actividad a todos los cursos los primeros minutos del día; en otras es el huerto, la calicata o un ecosistema acuático que es gestionado por diferentes clases y cuyo proceso es explicado desinteresadamente por los propios alumnos a compañeros de otros colegios que los visitan; o el pan que fabrica y vende una cooperativa rural de primaria para comprar, cuando reúnan el dinero necesario, un aparato de aire acondicionado que mitigue los calores del verano; o la cooperativa del centro de integración "Alas para la Vida" que ensarta bolitas de colores en alfileres imperdibles para regalarnos su logo que, como no podría ser de otro modo, es el arco iris cooperativo. Así podríamos seguir incansablemente, pues cada escuela que visitábamos nos ofrecía una experiencia más apasionante.

Tiempo habrá para conocerlas todas, porque este viaje sólo ha hecho empezar: la ruta para que el intercambio de experiencias entre cooperativas de acá y de allá prospere está abierta y sembrada. La lengua en común, entre otras muchas cosas, nos lo va a facilitar. Ojalá nuestros estudiantes también puedan aprender de ellos a mimarla como un tesoro y a emplear siquiera una parte del vocabulario que nosotros hemos podido gozar escuchándolos.

Sevilla, 25 de abril de 2011

Chica González Ripoll
Coordinación ACES Programas EME e ÍCARO


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